Paloma tiene 27 años, tiene dos hijos y hace 5 años vive sola en la calle.

“Todo comenzó en Talagante hace siete años cuando se quemó la casa en la que vivía y mi familia tuvo que dividirse.  Me vine a Santiago con mi pareja, pero me equivoqué. Los primeros dos años estuve bien, pero hace cinco que vivo en la calle, caminando y pasando mucho frío, hambre y sobre todo sed.

Lo más terrible es que tengo dos hijos. Martín cumplió 10 años y su papá me permite verlo, porque el cabro pregunta por su mamá. Mi hija está en el Sename y la voy a ver porque es chiquitita. Me duele mucho estar lejos de ellos y de la gente que me quiere, que me ama. A mi mamá se le olvidó que yo era pedazo de su corazón, éramos amigas, hermanas, me cuesta aceptar eso. Mi familia ni siquiera pregunta si estoy bien o estoy mal. Creo que recién estoy abriendo los ojos, porque esto es un mundo para mí, yo nunca había dormido debajo de un árbol, con un perro al lado o con un hombre desconocido…

Vivir en estas condiciones es difícil para una mujer, a mí me cuesta creer todavía que estoy viviendo así, en la calle. Tienes que asumir violaciones, golpes, los hombres son muy machistas.

Yo tenía una vida totalmente diferente, pero ahora que vivo aquí, me cuesta creer que no tengo ni para tomar agua y que tengo que conocer a medio mundo para hacer amigos y que me ayuden a conseguirla como sea. Hay días en que no puedo hidratarme y eso me ha traído muchos problemas de salud. Ahora pienso en el invierno y no sé cómo lo voy a poder hacer… son muchas cosas las que me faltan, pero me las rebusco por lo mínimo para no morir.”