Heriberto Carrasco (62) vive con 11 perros y 7 gatos, en un sitio eriazo al norte de la ciudad de Punta Arenas, por donde cruza un estero. Toda la ciudad lo conoce. Su improvisada vivienda está llena de imágenes de Manuel Rodríguez y Pablo Neruda, además de la bandera chilena, que ondea en lo alto de su ruco. En la puerta, tiene una foto de Marilyn Monroe y saludos escritos de amigos que han fallecido de “frío, hambre o soledad”.
Heriberto ama dos cosas: trabajar en su pequeño huerto, donde cultiva cilantro, zapallo, papas, y escuchar tango, blues y rock, en compañía de su perra regalona, Marcela Rodríguez, como se le ocurrió bautizarla. “Los dos somos viejos rockeros, nos gusta Black Sabbath, Jimi Hendrix, Santana, Alice Cooper, Pink Floyd, Deep Purple”.
Hoy su sueño es obtener un subsidio habitacional. “Yo vivo en un ‘ruco’, donde no hay luz, ni agua, ni gas… Pero eso no me quita dignidad, me da razones para luchar por una vida mejor. La gente piensa que uno llegó a la calle solo por vicioso, pero no siempre es así. En en mi caso fue porque, después de estar privado de libertad, nadie me dio trabajo ni confió en mí. Solo mis padres me dieron una segunda oportunidad, pero fallecieron hace mucho, así es que me quedé solo”.